Ayer escuché una entrevista que le hicieron a una influencerfeminista sobre su vida, y habló de manera contundente, sabionda y casi autoritaria sobre el deber que tienen las mujeres de aprovechar en la actualidad la oportunidad de “ser alguien" y lo mal que estaban antes las mujeres que se quedaban en casa, mantenidas, sin hacer nada distinto a criar los hijos, y lo sorprendente fue que al mismo tiempo hablaba de lo afortunada que ha sido de contar con un hombre al que ha podido cederle la crianza de su hijo de 5 años, la cocinada de los alimentos, la lavada de la ropa, la rutina de las mañanas para el kinder, etc., para ella poder viajar a otra ciudad a hacer su doctorado . Habló de cómo él, en su infinita generosidad, había renunciado en su totalidad a sus títulos universitarios y a producir económicamente para darle la posibilidad a ella de realizarse profesionalmente… pues, prácticamente habló como si el hombre se mereciera una estatua. Y yo, que no soy ni influencer ni fem
Son las 10:30 de la noche, te sientas sola en la primera silla que encuentras para por fin descansar un poco, y ves este panorama (ver foto)... Yo le llamo “el momento de los sentimientos encontrados”. Ese momento que parece sencillo, normal, cero drama, en realidad te da ganas de llorar, gritar o salir corriendo. Estás cansada. Muy cansada. Se te acelera el pulso, te inunda la frustración, sientes que no das más, y mientras ves qué hacer con todo eso que sientes, vas siguiendo con los ojos la torre de chucherías, el palo del parque pegado con cinta en el piso del que sale un hilo de los que le regaló la abuela mientras cosía, sosteniendo el King Kong que con su hacha parece romper el cartoncito donde viene envuelto el papel higiénico, quien a su vez está cubierto por una ensaladera de plástico de la cocina, y de pronto, como por arte de magia, empiezas a sonreír. Sigues el recorrido de los carritos puestos en orden de tamaño y color, hasta que llegas a lo que para ti es, literalmente,