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Enchumben a sus hijos de amor

¿Saben cuál es el significado de enchumbar?
Según la Real Academia de La Lengua Española, enchumbar es empapar algo en exceso.
Algo parecido a impregnar, repletar, saturar, rebosar, saciar, abarrotar.

El tiempo pasa volando. Hoy abrimos los ojos y nuestros niños apenas han aprendido a caminar, al siguiente parpadeo están entrando al colegio y en uno más, ya se han ido de casa a hacer sus vidas. Parece una exageración, pero no lo es.
El mundo no es el mismo del siglo pasado, tampoco lo será en cien años, porque en la naturaleza de la vida lo único seguro es el cambio. Nadie que haya tenido hijos en los últimos quince años puede negar que nos  tocó un momento difícil para criar por muchas razones, entre ellas, un cambio profundo de valores, de modelos a seguir, de causas ideológicas, de una tecnología que nos arrastra y nos conecta con el mundo, pero al mismo tiempo nos desconecta de los nuestros, especialmente de los hijos que están sumergidos en ese universo paralelo como si fuera el real y, desafortunadamente, nosotros también. De hecho, ellos llegaron ahí por nosotros. En el momento en el que les regalamos esa tablet, ese celular, ese videojuego, nos convertimos directamente en responsables de eso de lo que tanto renegamos y que, muy en el fondo, sabemos que pudimos haber evitado. 
Y está muy bien que con los cambios de época se haya dado un valor grande a la realización como individuo, a querer cosas, tener ambiciones, proyectos, metas, salidas con amigos, interacción en redes sociales, etc., donde el tan nombrado "tiempo de calidad" ha desbancado al tiempo como tal (o sea, al tiempo real, para justificar esa desconexión y quitarnos un poco de culpa), pero la realidad es que cuando decidimos montarnos en el tren de formar una familia y tener hijos hay que entender que no estamos solos, que estamos jugando con la camiseta puesta de un equipo y que lo que hacemos o dejamos de hacer afecta a todos.
La ansiedad de cumplir con nuestras propias expectativas y las de esa rueda que gira midiéndonos constantemente por lo que hacemos y tenemos, y no por lo que somos, nos hace caer en el abismo de un ego desproporcionado confiando en que las programaciones de los abuelos que tenemos grabadas en piloto automático, donde la familia y los hijos son la base de nuestra vida, se cumplirán como por arte de magia y nos relajamos con hacer nuestra parte. Estamos totalmente convencidos de que llegaremos a viejitos, nuestros hijos estarán siempre para nosotros, tendremos nietos, nos visitarán los domingos para almorzar en familia, viviremos felices y comeremos perdices, pero la vida amigos, la vida de repente nos sorprende con cualquier cosa… ¡cualquiera!
Por otro lado, también tenemos acceso a mucha más información que puede ser útil y estamos mucho más abiertos a re-aprender cosas. No todo es malo, tampoco.


Yo los invito a dejar a un lado todos esos juicios ajenos que parecen más una fuga de traumas no resueltos por adultos que repiten como loros que les hicieron esto o aquello y “no se traumatizaron”, y que no pueden evitar vivir en una constante opinadera: que si el niño ya duerme solo, que si ya lo hace toda la noche o se despierta, que si lloró cuando fue al colegio o no le importó para nada, que si se cocina su propia comida, que si se la pasa encima tuyo como un pegote, que ese niño tiene mamitis, que esa niña parece enamorada de su papá, que lo estás malcriando, que vive en una burbuja, que qué va a hacer cuando salga al mundo, que si no es capaz de quedarse solo, en fin.
Duerman tooooodo lo que quieran con ellos, dense el regalo de sentir ese calorcito único que solo dan los hijos, llénenlos de besos y abrazos, consiéntalos con cositas que les gusten, pueden ser sus galletas favoritas, ir al parque o jugar pelea de almohadas, amen tanto, amen todo y díganles que los aman sin medida, para que cuando salgan a ese mundo difícil y hostil que todos conocemos, tengan un traje gordo, gordo y poderoso, lleno de amor, momentos compartidos, recuerdos preciosos, que los impermeabilicen y los hagan sentir seguros, fuertes y completos.

Nadie, absolutamente nadie, se echa a perder por el amor recibido. Así que impregnen, repleten, saturen, sacien, rebocen, abarroten, ¡enchumben a sus hijos de amor!

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