Por sugerencia de una persona que admiro mucho, me animé a ver “Adolescencia”, la serie que está en Netflix, inspirada en una creciente epidemia de asesinatos con armas blancas en Reino Unido.
Según las estadísticas de la Oficina Nacional de Estadísticas (ONS), el 83% de los homicidios adolescentes en 2023-2024 fueron cometidos con cuchillos y otros objetos punzantes. En 2024, en Inglaterra y Gales, se registraron 50.500 incidentes relacionados con armas blancas, según la revista Forbes. Estos son datos, no opiniones.
Para mí es de lo mejor que he visto. Llevaba bastante tiempo sin encontrar algo que me moviera de esa manera.
Si viste esta serie y te quedaste con la idea superficial de un tema de violencia de género o de niños contra niñas, te quedaste solo con la partecita de arriba de la olla sin ver la profundidad de la misma.
Cuesta ver la realidad de una manera tan cruda. Cuesta abrir los ojos y poner las cosas sobre la mesa como son, pero nos ayuda a entender y aceptar esa realidad a las que nuestros niños y nosotros mismos estamos expuestos actualmente.
El mundo ha cambiado y la manera de relacionarse también. Más allá del estado de consciencia o del libre albedrío, el peso de cargar un mundo sin límites donde los padres ceden ante la presión de que los niños “deben" tener un teléfono para poder jugar o simplemente para pasarse horas viendo cómo otros viven, hablan, se visten, lo que comen, teniendo la posibilidad de compararse, no con otra persona, sino con miles, teléfonos por los que ni siquiera se habla, sino que se escribe, ¡qué digo se escribe!, si solo usan emojis o abreviaturas con unas pocas letras, sumado a una sociedad que alimenta de manera desbordada la lucha violenta entre hombres y mujeres, como si estuviéramos en una competencia al mejor estilo de “los juegos del hambre”, niñas caminando en una cuerda floja de incongruencia haciendo cualquier cosa (cualquiera) para lucir “empoderadas”, niños que luchan con la idea de lo que significa ser hombre y tener que demostrarlo, sexo desbordado por todas partes, retos virales que ponen en riesgo su dignidad y su vidas, escuelas sin propósito, profesores sin vocación, en fin, ¡una locura!… Y a todo esto se le suman padres ausentes sumergidos en trabajos absorbentes por diferentes razones, incluyendo un costo de vida insostenible que hace que papá y mamá tengan obligatoriamente que trabajar para subsistir, pero también muchas veces ausentes por decisión, que normalizan una relación distante y fría con sus hijos, incapaces de conectar emocionalmente con ellos… y así, un sinnúmero de situaciones en las que todos somos de una u otra manera, algo responsables..
Por esa razón les recomiendo ver esta serie con humildad, sin creerse el cuento de que somos perfectos por el hecho de ser los padres o por ser los adultos, porque incluso, muchas veces haciendo las cosas por amor podemos estarnos equivocando, verla con la guardia baja y con la firme intención de reaprender.
Que no sea el ego quien nos guíe, sino el deseo consciente de hacer las cosas mejor por nuestros hijos y por el mundo.
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