Todas las cosas que le pasan a un ser humano vienen de dos fuentes: el miedo y el amor.
No lo digo yo, lo dicen los grandes filósofos, los neurólogos, los genetistas, los que han dedicado sus vidas a estudiar a fondo la humanidad, y yo creo que es así.
El piso de todo, la base, la fuente de la naturaleza, es la vida. Es sentir el aire entrar a nuestros pulmones y respirar. Es saber que llega oxígeno a nuestro cerebro y podemos procesar pensamientos. Es crear ideas, momentos, memorias. Sin la vida no estaríamos aquí y no podríamos haber llegado hasta donde estamos, tampoco podríamos seguir como especie. A veces se nos olvida y simplemente vivimos en piloto automático.
Actualmente (y esto sí lo digo yo), siento que estamos desenchufados de esa fuente de vida.
Los temas profundos ya no importan tanto, los que dan el peso que se necesita para sostener este mundo, los que tienen que ver con el grueso de la existencia, con esa naturaleza que abarca todo y a todos, naturaleza a la que no le importa mucho sí estamos de acuerdo o no con ella, porque es simplemente lo que es y lo que tiene que ser, así no más.
Nos hemos ido poniendo muy caprichosos y nos ha ido quedando grande responsabilizarnos a nivel individual de nuestras propias carencias, gustos o traumas y decidimos armar grupos de preferencias a los que llamamos “derechos”, haciendo pataletas para que nos complazcan.
Los primeros olvidados y usados a conveniencia sin ningún pudor, son los niños. ¿Por qué? Porque son los más fáciles de manipular. Se les puede usar de acuerdo a las necesidades de los grupos de turno. No votan, no opinan, no deciden, y si a eso se le suma que sus padres hacen parte de ellos o al menos simpatizan, ¡golazo!… Ya tienen la próxima generación entrenada a su gusto.
Los niños se han vuelto estorbosos, a tal punto que molesta más un bebé en un avión, que el perro al que le compraron el pasaje para llevarlo ocupando un puesto. Si el niño llora: ¡cállenlo”, si el perro ladra: “pobrecito ese bebé (¿el perro?), es que seguro le duele el oído".
La educación importa cada vez menos, mientras sepan cómo bailar el reguetón de moda, tengan claro el movimiento “pride" y puedan hacer estrategias en Minecraft o Roblox, da igual si saben leer y escribir, eso para qué, si para eso está ChatGPT.
Y es irónico, porque pareciera que con tanto aparato, aplicación y ayuda tecnológica que nos hace sentir súper conectados, la realidad es que parece que nos desconectamos de la vida misma y se hizo un corto circuito, solo eso podría explicar cómo es posible que dos de los grandes dilemas actuales a nivel de sociedad, por los que se dividen familias, grupos de amigos, incluso, países enteros, sean: cómo, cuándo y en qué mes se puede interrumpir un embarazo y con cuánto, cómo y dónde se pueden drogar para volarse de su propia realidad.
Dar vida, la educación, la importancia de las madres, los niños que se mueren de hambre, los que tienen problemas físicos o mentales, la pobreza absoluta (que es como viven millones de habitantes de este planeta), el derecho a salud de calidad, el conocimiento, el aprovechamiento de los talentos, el arte, la buena música, todo eso, absolutamente todo puesto en un segundo plano por aquellos que vibran con las frecuencias más bajas de la consciencia y que tienen una capacidad grande para hacer bulla, una bulla que puede llegar a ser ensordecedora.
A ti, que me estás leyendo, te propongo un ejercicio. Escoge una persona que te dé la sensación de llevar una lucha de manera contundente, incluso agresiva a veces, por ser supuestamente una "causa justa" y defendible, pero que en el fondo sientes que, por más que parezca lógica, no resuenas con ella.
Escoge una sola, analízala con detenimiento y podrás darte cuenta de que lleva un resentimiento personal, que puede ser cualquiera, abandono de uno de los padres, infidelidad de la pareja, carencias económicas en la infancia, pérdida de un hijo, traición de un amigo, falta de éxito en su profesión o negocio, baja autoestima, violencia doméstica, la muerte de un ser querido, en fin, las razones pueden ser muchas. Si es alguien cercano, quizás puedas saber que esa persona no reconoce que padece de ese resentimiento, lo disfraza, lo disimula, le ha echado tierra por años y no hace nada para sanarlo, entonces lo canaliza como puede y tiene que quejarse porque alguien tiene que tener “la culpa”. La cosa es no responsabilizarse y hacer espejo con algo que le ayude a cargar ese peso.
Ahora imagina esa suma de millones de personas que no han asumido esa pena o ese sufrimiento, que se niegan a ir a terapia, a hablarlo, a limpiarlo, ¿cuál es el resultado?
En ese punto estamos y al final de cuentas, ¿quién sale ganando?... El miedo.
La pregunta es, ¿cómo nos conectamos otra vez con la fuente?
Espectacular! Mejor no lo hubieras podido decir ❤️
ResponderEliminarSiempre alegra saber que hay gente como tú que se conecta con el mismo pensamiento.
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