El Día de Acción de Gracias, Thanksgiving, se convirtió en mi tradición favorita al migrar a este país. Es la oportunidad perfecta de reunirse en familia a agradecer conscientemente por tantas y tantas cosas que vivimos día a día.
Pero agradecer debería ser un hábito tan importante y tan básico, como lavarse las manos antes de comer o bañarse todos los días, y así mismo tendríamos que enseñárselo a los niños. Y no me refiero a enseñarles a responder “gracias” cuando les entregamos algo en la mano o cuando alguien les dice que están lindos, no, va mucho más allá de eso. Me refiero a crear la buena costumbre, la rutina, de agradecer todo.
Estudios aseguran que los niños aprenden en gran parte por imitación. Imitan palabras, gestos, dichos, la manera de reaccionar ante las emociones y todo lo que vean en nosotros, pero en el corre corre del día a día, se nos olvida agradecer más y quejarnos menos. Vivimos inconscientemente en función de reclamarle algo a la vida, al día, al tiempo, al clima, al jefe, al tráfico... ¡la lista es interminable! Aún cuando hay muchas más cosas por agradecer, que por reclamar. Y de verdad ¿creen que los niños no nos copian? ¡Claro que nos copian! Y luego empiezan a quejarse de todo lo que pueden, incluyéndolos a ustedes como papás, jajaja.
No, hablando en serio, agradecer es el reconocimiento de un beneficio. Y ¿qué es la vida misma si no eso? Agradecer por el milagro de respirar, porque tenemos un cuerpo que funciona solo, que nos mueve de un lado para otro, porque tenemos ojos para ver tantas cosas lindas, porque siempre sale el sol, porque tenemos comida y con quien compartirla, pero también cuando tenemos un mal día, porque gracias a eso aprendemos algo; agradecer cuando lloramos, porque somos afortunados de sentir, y cuando estamos enfermos, porque valoramos la salud y la vida mucho más que antes, en fin, agradecer porque sí y porque no, porque en cada mal momento, en cada caída y en cada pérdida hay un beneficio, aunque de momento no lo veamos.
Yo trato de que mi hijo lo entienda y para eso hago actividades como este “pavo agradecido” de la foto, donde él mismo escribe las cosas que agradece en este momento de su vida, pero como les digo, ellos repiten lo que ven. Así que la próxima vez que tengas a tu niño en frente y veas que sale una queja de tu boca, ponle encima un gracias.
También funciona tomarlo como un mantra. Te levantas por la mañana, respiras conscientemente y repites “agradecer más y quejarme menos” varias veces, mientras inhalas y exhalas. Parece un chiste, pero no lo es. El cerebro es como un computador que programas y si esa parte no te funciona, puedes reprogramarla, después de todo, dicen por ahí que ¨si no eres feliz con lo que tienes, tampoco lo serás con lo que te falta”.
¡Gracias a ustedes por leerme!
Claro, maravilloso, para mi siempre el agradecer me hace sentir viva y la vida es mas alegre.
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