Disney es el sueño de muchos y los que en algún momento dijimos "a mí no me llama tanto la atención", cambiamos de opinión cuando entramos a Magic Kingdom y vimos el castillo. Ahí mismo se convirtió en algo realmente ¡mágico!... por lo menos a mí me pasó así.
Pedro y yo fuimos hace algunos años y nos encantó. Ahora que tenemos a Samuel, habíamos hablado de cuál sería la edad ideal para llevarlo, porque vimos cómo Mickey Mouse se fue convirtiendo en su personaje favorito, y llegamos a la conclusión de que era mejor esperar un tiempo, cuando estuviera más grande.
Pero hace unos días, Pedro tuvo que tocar en Orlando y nos pidió que lo acompañáramos. Así que dijimos, bueno, ya estamos aquí, ya casi cumple 3 años, no tenemos que cambiar pañales... ¿por qué no?
Escogimos Animal Kingdom y Magic Kingdom.
Consejo primero y principal: No ir en verano. ¡Casi nos derretimos! Sudamos, sudamos y sudamos. Teníamos la ropa pegoteada por todas partes, el agua helada que comprábamos, era tibia al segundo y nos la tomábamos como si estuviéramos perdidos en el desierto, y si el niño es como Samuel que no hace siesta y no le gusta el coche, es una completa locura.
Como siempre yo cuento mi experiencia personal. Sé que cada experiencia es única.
Consejo segundo e importantísimo: Tener "fast pass". Si no tienes esa vaina, te puedes demorar hasta una hora haciendo la fila para montarte en algo que dura unos cuantos minutos. Si uno está solo, no importa, pero para un niño pequeño esa hora (sudada) se convierte en una segunda locura.
Creo que como mamás, y digo mamás porque el cerebro de los papás funciona diferente, idealizamos muchos momentos de nuestros hijos, como por ejemplo el viaje a Disney, y estamos convencidas de que va a disfrutar al máximo cada elefante mecánico, cada Donald pintado en la pared, cada cascada que cae del árbol. Y no es que Samuel no lo haya disfrutado, si le preguntas que si le gustó dice que sí, lo que pasa es que mi cabeza había elucubrado otra cosa... nada raro en mí.
Así que aquí está mi ecuación de Disney (con niño pequeño a bordo):
Pedro y yo fuimos hace algunos años y nos encantó. Ahora que tenemos a Samuel, habíamos hablado de cuál sería la edad ideal para llevarlo, porque vimos cómo Mickey Mouse se fue convirtiendo en su personaje favorito, y llegamos a la conclusión de que era mejor esperar un tiempo, cuando estuviera más grande.
Pero hace unos días, Pedro tuvo que tocar en Orlando y nos pidió que lo acompañáramos. Así que dijimos, bueno, ya estamos aquí, ya casi cumple 3 años, no tenemos que cambiar pañales... ¿por qué no?
Escogimos Animal Kingdom y Magic Kingdom.
Consejo primero y principal: No ir en verano. ¡Casi nos derretimos! Sudamos, sudamos y sudamos. Teníamos la ropa pegoteada por todas partes, el agua helada que comprábamos, era tibia al segundo y nos la tomábamos como si estuviéramos perdidos en el desierto, y si el niño es como Samuel que no hace siesta y no le gusta el coche, es una completa locura.
Como siempre yo cuento mi experiencia personal. Sé que cada experiencia es única.
Consejo segundo e importantísimo: Tener "fast pass". Si no tienes esa vaina, te puedes demorar hasta una hora haciendo la fila para montarte en algo que dura unos cuantos minutos. Si uno está solo, no importa, pero para un niño pequeño esa hora (sudada) se convierte en una segunda locura.
Creo que como mamás, y digo mamás porque el cerebro de los papás funciona diferente, idealizamos muchos momentos de nuestros hijos, como por ejemplo el viaje a Disney, y estamos convencidas de que va a disfrutar al máximo cada elefante mecánico, cada Donald pintado en la pared, cada cascada que cae del árbol. Y no es que Samuel no lo haya disfrutado, si le preguntas que si le gustó dice que sí, lo que pasa es que mi cabeza había elucubrado otra cosa... nada raro en mí.
Así que aquí está mi ecuación de Disney (con niño pequeño a bordo):
"Niño de 2 años + 94º F - Fast Pass = Tenemos que volver en Enero o Febrero"
Después de todo, Disney es Disney.
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