Aquí pensando, ¿no?
Me pongo en el lugar de los niños y adolescentes (que es lo que más me preocupa de todos los problemas sociales) y creo que yo tampoco sabría qué hacer, ni cómo comportarme en medio de toda esa información tan contradictoria.
Los veo en las redes sociales loquitos, exhibiendo hasta el más mínimo detalle de intimidad, con unas ganas absolutas de ser notados, queridos, apreciados de alguna manera, aunque eso implique perder la propia identidad.
Las niñas, entre ellas, se hacen llamar "esposas o novias", entonces ponen en el estatus "Juana Pérez, casada con María Hernández". Los niños le dan "like" a todas las páginas que hay medio porno y en pro de las drogas. Tienen hasta dos y tres perfiles en Facebook con nombres distintos, incluso las niñas se ponen nombres de niños y viceversa. Se toman fotos selfie constantemente mostrando lo que tienen y hasta lo que no tienen (porque apenas se están formando), con frases auto calificativas como: “soy demasiado hembra”, “estúpida gay”, “bitch”, “mira que estoy buena”. A lo que ellos responden: “que rika bb”, “eres fucking perfect”, “áspera” o “severa”, claro, con una ortografía horrorosa.
Del otro lado están los de tendencia depresiva: “soy un fracasado”, “la vida es una mierda” o “todo me sale mal siempre”.
Ahí entonces viene la sopa de contradicciones:
- Niña, no te exhibas, no es necesario, pero hasta para vender productos de bebé salen mujeres con actitud insinuante y provocadora que, gracias al photoshop, les quitan y les ponen atributos, como quien juega a ser Dios.
- Niño, no trates así a las niñas, pero mientras disfrutan el asado dominguero, el grupo de hombres (padres, tíos, amigos de la familia) hablan y comparan a sus propias mujeres con las de los amigos, la del vecino o la del comercial de televisión que está saliendo en ese momento. Entretanto, el grupo de mujeres (novias, hijas, esposas, amigas, mamás) sonríen disimulando lo “normal” de la situación, aunque en el fondo les parezca una falta de respeto, como si la sonrisa lo limpiara todo.
- Niñas, no hay que ser interesadas en lo material, pero las novelas, las canciones, los videos musicales y todo lo que consumen visualmente, son espejos de mujeres dramáticas que viven a costillas de unos pobres hombres manipulables.
- Niño, no se toca a una mujer ni con el pétalo de una rosa, pero mueren cientos de ellas al año por violencia doméstica.
- Niño, a la mujer se le debe conquistar con detalles, pero ella es la que paga la cuenta en la primera salida, para demostrar desde un principio que es “capaz”.
- Niños, escriban bien, es importante para la vida, pero lo que oyen en radio es una partida de viejos, que se creen adolescentes, jugando a ser rebeldes y que dicen en sus canciones “dijisteS”, “tú me quisisteS”, “sube las manos pa’arriba, dale pa’un lado, pa’l otro lado" y así.
- Niños, la ropa sucia se lava en casa, pero algunos padres han caído también en las garras de la fama inmediata que da Facebook, Instagram y Twitter.
- Niños, la envidia es una cosa horrible, pero "¿Vieron el carro que se compró Fulanito?" o "Menganita se la pasa viajando, ¿no vieron las fotos que puso en Cancún?", como si fuera un pecado mortal.
Y así sucesivamente.
No creo que nada de esto sea nuevo. Llenar vacíos, soledades y falta de amor con cosas externas es algo que ha existido toda la vida, la doble moral también, pero sí empeora todo el hecho de tener la posibilidad de exponerse y figurar dentro de una masa. Ya no eres un cero a la izquierda.
Antes, cuando eras muy chiquito, tenías un amigo imaginario, ahora, sin importar la edad, puedes tener tantos “amigos imaginarios-virtuales” como quieras. Antes alguien te insultaba en el colegio diciéndote "cabezón" y se enteraban los 40 alumnos del salón o por mucho, los 900 del colegio, ahora ese "cabezón" se puede volver un problema real porque se puede multiplicar por mil.
¿Quién, sino los padres, deben ser responsables de encaminar lo mejor posible esta bola de nieve?
Lo he dicho siempre. No tengo hijos y muchos pensarán que no puedo opinar, pero sí puedo, opino como hija que fui, como persona activa de una sociedad y como futura madre. Creo que hay que estar claros y entender la responsabilidad que implica traer hijos al mundo. Por supuesto que los adultos, sin excepción, tenemos responsabilidad con los niños que están a nuestro alrededor, pero es muy equivocado pensar que se debe delegar al gobierno, los maestros, los tíos, las abuelas o la niñera, algo que le corresponde a los padres.
Está comprobado que aprendemos, principalmente, por imitación. Si no cambian de mentalidad y asumen el papel vital de semilla que tienen en la sociedad, nos vamos a seguir hundiendo. Al final, los hijos no se crían para uno, sino para el mundo, que va girando cada vez más rápido y no tiene cara de parar.
Así que súbanse a la rueda, empápense de actualidad, estén más pendientes de las páginas que visitan sus hijos en casa, hay muchas maneras de supervisarlos, lo que pasa es que son maneras nuevas, tecnológicas, que hay que aprender, y la tecnología es maravillosa, el problema (como en casi todos los avances de la humanidad) es cómo la utilizamos.
Y si no tienen hijos, como yo, traten de corregir lo que aprendieron mal, traten de darle un buen uso a las redes sociales, de ponerle siempre el lado positivo a todo. Ya tenemos suficiente con tantas cosas malas contaminando la vida. No todo está perdido, tenemos la posibilidad de reivindicarnos. Al fin y al cabo la historia la construimos todos, día a día.
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