Paz, igualdad, respeto de las diferencias, tolerancia, son palabras que escuchamos constantemente, pero de las cuales estamos alejados... ¡alejadísimos!
Todo el mundo habla de "conseguir la paz", de "vivir en paz", incluso, de "negociar la paz", pero yo creo que reconciliarnos con nosotros mismos es el primer paso para lograr que esas intenciones se conviertan en realidades.
Todos venimos a este mundo sin saber qué vida nos va a tocar, qué necesidades vamos a tener y cómo va a ser el camino, para unos será más fácil que para otros, pero estoy segura de que todos cargamos nuestras propias cruces y como vivimos en una sociedad donde todo lo que hagamos influye de una u otra forma en los demás, pues por eso padecemos tanto colectivamente.
No podemos andar por el mundo culpando a los demás de las cosas que hemos vivido, aunque sean las más dolorosas y las más injustas, no podemos llenarnos de resentimiento y reflejarlo en los demás, en la pareja, en el vecino, la profesora, el policía, el señor que nos atiende en el banco o el del carro de atrás, porque por eso el mundo es un mar de frustraciones juntas. Somos una sociedad enferma porque somos un grupo de individuos enfermos y mientras eso continúe el planeta tierra jamás va a ser un lugar de paz.
El cajero del supermercado no tiene la culpa de que yo haya tenido un mal día. Mi amiga con la que estudié en el colegio no tiene la culpa de haber podido estudiar en la universidad porque sus padres tenían dinero y los míos no, como tampoco tenía la culpa de vivir en una casa propia y hermosa, mientras nosotros vivíamos en arriendo y teníamos que cambiarnos de apartamentico cada dos o tres años. Yo no tengo la culpa de de que caerle mal al jefe de casting de un canal porque soy mujer. Y así sucesivamente, entre otras muchas otras cosas más fuertes y dolorosas que no cuento por respeto a mi intimidad, ¿me explico?
Imaginemos por un momento un mundo donde cada uno se responsabiliza de sus propios miedos, de sus traumas, de sus sentimientos, de sus sueños, de sus inseguridades, de sus angustias, de sus errores, de sus decisiones... ¡sería una maravilla!.... un mundo donde nos educamos emocionalmente, donde somos un poco menos títeres de otros que tienen influencia sobre nosotros, esos que están avivando fuegos para su propio beneficio, que son muchos, los he visto vestidos de 'líderes", de políticos y hasta de pastores.
Reconciliémonos con nosotros mismos!... aprendamos a superar el dolor, a no culparnos ni a culpar a otros, a entender que somos responsables de lo que sentimos, de lo que decimos y de lo que hacemos, si no hay nada más maravilloso para el ser humano que el libre albedrío: EL PODER DE ELEGIR, qué lindo suena eso y qué magia tienen esas palabras!!! (Repítalo por un momento en voz alta y vea cómo se siente).
Eduquemos niños capaces de eso, de comprender el valor que tiene el poder de elegir, para que sean adultos más sanos mentalmente. Enseñémosles que cada paso que damos trae consecuencias, buenas o malas, eso depende única y exclusivamente de nosotros mismos.
Si usted conoce una persona que se lamenta de su realidad (condición creada por ella misma, por su libre albedrío) no le avive irresponsablemente la evasión de sus actos y sus decisiones haciéndole creer que lo correcto es que venga alguien a solucionarle lo que mal eligió, más bien trate de reeducarlo.
Y esta manera de vivir aplica para todas las clases sociales, grupos raciales, minorías, etc., porque necesitados hay en todas partes del mundo y la pobreza es una palabra que abarca muchas cosas, no solo la parte material; los más pobres, los más necesitados, los más agobiados, no necesitan superhéroes que vayan a solucionarles la vida, necesitan comprender que también tienen el poder de cambiar sus vidas y sus realidades, que sí pueden, que son capaces de lo que sea que quieran hacer. Ya basta de echarle leña al fuego creando resentimientos agrupados, en lugar de crear una consciencia indivual que, entonces sí, va a traer beneficios colectivos.
Dejemos de estar esperando que alguien venga a salvarnos y volvámonos héroes de nuestra propia vida.
Todo el mundo habla de "conseguir la paz", de "vivir en paz", incluso, de "negociar la paz", pero yo creo que reconciliarnos con nosotros mismos es el primer paso para lograr que esas intenciones se conviertan en realidades.
Todos venimos a este mundo sin saber qué vida nos va a tocar, qué necesidades vamos a tener y cómo va a ser el camino, para unos será más fácil que para otros, pero estoy segura de que todos cargamos nuestras propias cruces y como vivimos en una sociedad donde todo lo que hagamos influye de una u otra forma en los demás, pues por eso padecemos tanto colectivamente.
No podemos andar por el mundo culpando a los demás de las cosas que hemos vivido, aunque sean las más dolorosas y las más injustas, no podemos llenarnos de resentimiento y reflejarlo en los demás, en la pareja, en el vecino, la profesora, el policía, el señor que nos atiende en el banco o el del carro de atrás, porque por eso el mundo es un mar de frustraciones juntas. Somos una sociedad enferma porque somos un grupo de individuos enfermos y mientras eso continúe el planeta tierra jamás va a ser un lugar de paz.
El cajero del supermercado no tiene la culpa de que yo haya tenido un mal día. Mi amiga con la que estudié en el colegio no tiene la culpa de haber podido estudiar en la universidad porque sus padres tenían dinero y los míos no, como tampoco tenía la culpa de vivir en una casa propia y hermosa, mientras nosotros vivíamos en arriendo y teníamos que cambiarnos de apartamentico cada dos o tres años. Yo no tengo la culpa de de que caerle mal al jefe de casting de un canal porque soy mujer. Y así sucesivamente, entre otras muchas otras cosas más fuertes y dolorosas que no cuento por respeto a mi intimidad, ¿me explico?
Imaginemos por un momento un mundo donde cada uno se responsabiliza de sus propios miedos, de sus traumas, de sus sentimientos, de sus sueños, de sus inseguridades, de sus angustias, de sus errores, de sus decisiones... ¡sería una maravilla!.... un mundo donde nos educamos emocionalmente, donde somos un poco menos títeres de otros que tienen influencia sobre nosotros, esos que están avivando fuegos para su propio beneficio, que son muchos, los he visto vestidos de 'líderes", de políticos y hasta de pastores.
Reconciliémonos con nosotros mismos!... aprendamos a superar el dolor, a no culparnos ni a culpar a otros, a entender que somos responsables de lo que sentimos, de lo que decimos y de lo que hacemos, si no hay nada más maravilloso para el ser humano que el libre albedrío: EL PODER DE ELEGIR, qué lindo suena eso y qué magia tienen esas palabras!!! (Repítalo por un momento en voz alta y vea cómo se siente).
Eduquemos niños capaces de eso, de comprender el valor que tiene el poder de elegir, para que sean adultos más sanos mentalmente. Enseñémosles que cada paso que damos trae consecuencias, buenas o malas, eso depende única y exclusivamente de nosotros mismos.
Si usted conoce una persona que se lamenta de su realidad (condición creada por ella misma, por su libre albedrío) no le avive irresponsablemente la evasión de sus actos y sus decisiones haciéndole creer que lo correcto es que venga alguien a solucionarle lo que mal eligió, más bien trate de reeducarlo.
Y esta manera de vivir aplica para todas las clases sociales, grupos raciales, minorías, etc., porque necesitados hay en todas partes del mundo y la pobreza es una palabra que abarca muchas cosas, no solo la parte material; los más pobres, los más necesitados, los más agobiados, no necesitan superhéroes que vayan a solucionarles la vida, necesitan comprender que también tienen el poder de cambiar sus vidas y sus realidades, que sí pueden, que son capaces de lo que sea que quieran hacer. Ya basta de echarle leña al fuego creando resentimientos agrupados, en lugar de crear una consciencia indivual que, entonces sí, va a traer beneficios colectivos.
Dejemos de estar esperando que alguien venga a salvarnos y volvámonos héroes de nuestra propia vida.
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