Es una época muy intensa por la emotividad que se siente. Pasan por mi mente, y estoy segura que por la de todos, muchísimos momentos del año y de la vida, todos los propósitos que nos hicimos, los que logramos, los que nos quedaron faltando y los hay que dejar para el nuevo año.
Particularmente esta vez me ha hecho más falta que nunca mi querida Colombia. Extraño a la abuela, los alumbrados, las novenas, el día de las velitas, la natilla, los buñuelos, a mi mamá...mucho!...al gentío en la cena del 24 y el 31, el “faltan cinco pa’las doce” sonando a todo volumen, en fin, lo de uno, lo mío, lo de siempre.
La melancolía hace que se revivan en el alma los momentos más lindos de cuando estaba chiquita. Las entregas de regalos cuando llegaba el niño Dios y la pena que me daba que me regalaran cosas, me metía detrás de mi mamá o decía que tenía sueño y me encerraba en el cuarto...cómo he cambiado!...ahora me encanta que me regalen.
Extraño al abuelo que está en el cielo y hacer con él el pesebre enorme y los instrumentos para cantar villancicos. Usábamos las tapas de las botellas de cerveza o de gaseosa, él las aplastaba con un martillo y les habría un huequito en la mitad y nosotros las metíamos en un alambre hasta que quedara un cascabel. También me acuerdo de las peleas con mi hermano y con mis primos por el raspado de la olla de la natilla y por quién leía qué parte de los gozos, además siempre había que soportar al que en ese momento era más chiquito y estaba aprendiendo a leer, entonces se demoraba una eternidad...qué complicaciones las de ese entonces.
Cuando uno está lejos aprende a valorar desde otra perspectiva las cosas que parecen insignificantes o comunes, aprende que las relaciones familiares, de amistad, de pareja, se tienen que trabajar con dedicación para fortalecerlas constantemente y que para eso se necesitan dos, aprende a mirar atrás y reconocer quiénes son esas personas importantes para uno a pesar de la distancia o del tiempo y entiende que hay lazos, colores, aromas y sabores irremplazables.
Hoy entre tanto ajetreo de vida, tantas cosas por hacer, tantos sueños por cumplir, tantas noticias horribles, tantas tragedias y tanta tensión, es en esta época donde uno se para a pensar con un poquito más de detenimiento en la vida, en cómo la está llevando, en qué espera del año que viene y entonces hace un balance donde lo más importante es saber que tenemos un nuevo impulso para seguir el camino, que somos afortunados en medio de un mundo duro y complicado, que somos parte vital de una sociedad en la que nos pasamos culpando a los demás, al gobierno, al vecino, al sistema, de cosas que muchas veces nosotros mismos tenemos el poder de cambiar positivamente.
Es época de interiorizar, de ir al fondo de cada uno, a ese lugar dónde solo podemos llegar en comunión con nosotros mismos y Dios, sólo así estaremos listos para poder proyectarnos, para poner las cosas en perspectiva y empezar el año con la energía renovada. Es tiempo de ser felices!
Que tengan todos una Feliz Navidad en compañía de las personas que aman y que el 2012 los sorprenda lleno de luz y de prosperidad.
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