Lo que como, lo que sueño, lo que espero, me sabe completamente diferente a hace una semana atrás, y eso me comprueba lo rara e inesperada que es la vida.
Hoy adoro la cámara lenta de las películas más que nunca, esa hermosa y mágica manera de alargar el momento clave de la escena. Ese instante que uno como espectador no quiere que se acabe.
Hoy amanecí pensando que son muchas y muy diferentes las cosas que me remueven por dentro. La humanidad con su grandeza y sus miserias, la creación, las tormentas tropicales, la mirada de un perro, un buen pedazo de brownie caliente, el olor de un bebé, un buen café conversadito, la intensidad del sol cuando está picante, la música para el alma, el miedo a la oscuridad, la inmensidad del mar, la desaparición de un niño, las plumas de los pollos y las gallinas, bailar hasta amanecer, la nostalgia del domingo a las seis de la tarde, el helado de chocolate, el agua fría, unos zapatos rosados, la pobreza, el dolor físico, la vida, la muerte y, en fin, todas las cosas que considero importantes, independientemente de su tamaño o su valor, son hermosas y/o crueles, son divinas y/o mundanas, tienen una contradicción implícita que las hace ricas y dolorosas al mismo tiempo, y digamos muy, muy ricas a veces, pero muy, muy dolorosas también.
Hoy más que nunca me siento una rosa cualquiera en medio de un rosal enorme. Y a pesar de todo esta sensación intensa y angustiosa, amo refugiarme en esas cosas simples y básicas, esas que nunca pasarán de moda, que no escogen género, ni raza, ni estrato social, porque están ahí para hacernos este mundo complejo un poco más llevadero. Amo regar, cuidar, mediar, construir, proyectar, y negociar situaciones para llegar a acuerdos positivos y ganadores para todas las partes. Creo que solamente así vale la pena vivir.
Uno de mis libros favoritos, por no decir el más, es El Principito. Me identifico plenamente con él y siento que soy muy “Principito”. Recomiendo a todos leerlo y tenerlo a la mano siempre porque seguro los salvará de un momento de angustia, les reafirmará uno de felicidad y les ayudará a recargar energías para seguir.
Y si todos fuéramos un poco más principitos y miráramos nuestro planeta individual con la misma perspectiva, tendríamos un planeta compartido más bonito y menos agreste donde nos sentiríamos menos veces como el tipo de rosa que yo me estoy sintiendo hoy. Por eso prefiero ser esa rosa, la de él:
“Son muy bellas, pero están vacías y nadie daría la vida por ustedes. Cualquiera que las vea podrá creer indudablemente que mí rosa es igual que cualquiera de ustedes. Pero ella se sabe más importante que todas, porque yo la he regado, porque ha sido a ella a la que abrigué con el fanal, porque yo le maté los gusanos (salvo dos o tres que se hicieron mariposas ) y es a ella a la que yo he oído quejarse, alabarse y algunas veces hasta callarse. Porque es mi rosa, en fin.”
Antoine de Saint-Exupéry.
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