Había una vez una princesa con el corazón más bueno y más grande que alguien pudiera imaginar. Y sus padres, el Rey de los Ojos Profundos y la Reina Dulce, decidieron llamarla Iluminada.
Al nacer, recibió de parte del cielo varios talentos y virtudes que a lo largo de su vida debería cuidar y cultivar con la dedicación del más detallista de los jardineros.
Una corte de estrellas hacía un camino pasando a través de su luz dichos tesoros que la princesita iba a llevar hasta el fin de sus días, pero lo que nadie sabía, era que en la fila de estrellas se había metido disfrazado un monstruo horripilante que también pasaría a la niña un oscuro obsequio.
Los años pasaron, las estaciones fueron y vinieron trayendo consigo alegrías y momentos llenos de felicidad, pero en el invierno del año llamado por el astrólogo de palacio como el año Tracatán, la nieve se convirtió en lluvia y la lluvia en un diluvio que no paró durante muchísimos días.
Entre tanto, la Princesa Iluminada buscaba alivio en mantas de lana tejidas por su abuela la Reina Hermosa y el chocolate que le preparaba la doncella María.
Un día, mientras la princesa escribía en el jardín de palacio apareció el príncipe de sus sueños, el Príncipe Encantado, un joven apuesto y divertido que cautivó su corazón desde el primer momento en que lo vio.
Empezó a visitarla. Todas las tardes tomaban el té y hablaban de muchas cosas, se reían y se amaban. El príncipe, decidió pedir la mano de la princesa al Rey de los Ojos Profundos, su padre, y él accedió, confiándole a aquel caballero la niña de sus ojos.
Después de un par de meses de vivir juntos en su palacio y de que el Príncipe Encantado se sintiera afortunado de tener aquella princesa tan talentosa y especial, una hermosa tarde de verano la invitó a dar un paseo por los jardines de una comarca cercana. Brindaron por el amor que se tenían y por lo afortunados que eran de haberse encontrado, tomaron el sol y lo vieron esconderse al caer la tarde, después volvieron a palacio. De pronto algo sucedió. Iluminada se sintió diferente, las manos le temblaban, la sangre le corría más rápido de lo normal y sentía como si su corazón se fuera a estallar, y sin querer queriendo salió de adentro de su ser el monstruo horripilante que se metió en la fila de estrellas y habitaba en ella desde entonces. Parecía poseída, aquel ser maligno y enojado empezó a brotar por cada parte de su cuerpo, por sus ojos, por su boca y lo peor, se apoderó de su alma por un momento, y fue tan monstruosa y tan horrible, tan hiriente y tan injusta con el Príncipe Encantado y con ella misma que al final se desmayó, y el Príncipe estaba aterrado porque no entendía como su dulce princesa se había convertido en aquello.
Al despertar se sintió agotada, se acordaba de lo que había pasado y sentía vergüenza con su amado por no haber tenido la fuerza para dominar al espantoso monstruo y haber dejado que saliera aquella cosa que no sabía que tenía, justo delante de él, precisamente de él...lo amaba tanto.
Y entonces entendió que el astrólogo del palacio del Rey de los Ojos Profundos tenía razón, Tracatán era el año que, según el cielo, estaba marcado por el destino para darle vida al monstruo escondido en la fila de estrellas a la hora de su nacimiento.
Iluminada acudió a la nobleza y le pidió perdón al Príncipe por el daño que le había hecho al no poder controlar al horrible monstruo y él la perdonó, pero nada volvió a ser igual porque los dos vivían con miedo. El Príncipe Encantado porque de pronto aquella criatura espantosa volviera a salir y ella porque si salía tendría que tener la fortaleza de dominarlo.
Las estrellas entristecieron porque sus dones habían pasado a un segundo plano.
Tracatán fue demasiado fuerte, trajo consigo la lluvia, el monstruo y el miedo.
me parecio genial , y tal cual con lo del moustro.
ResponderEliminarTe felicito
saludos
Felix pando